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lunes, 25 de abril de 2011

Nada es imposible para Dios

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Lucas 1:37.
La oración no es una droga, es un tónico que cura el alma, sana los corazones quebrantados, cubre las heridas del alma, levanta los espíritus caídos, restaura al  que ha caído y trae descanso al afligido, no hay antídoto mejor para el que esta confundido, trae sabiduría al insensato, prudencia al sincero y poder al cristiano.


Sin ella no se puede vivir, comunicarme con Dios, platicar con Él y ser escuchado en su presencia que más grande privilegio buscamos, que el cielo nos ha respondido con su Hijo y éste nos ha permitido entrar al lugar a la casa de su Padre que es el nuestro, prosigamos clamando porque es en su presencia donde está nuestro socorro, nuestra ayuda, nuestro sostén.
Necesitamos urgentemente regresar a ese momento de sencillez y tranquilidad de comunión con nuestro Dios, el Creador de todas las cosas visibles e invisibles, cada momento nos invita a disfrutar de las bendiciones que preparó de antemano para que anduviésemos en ellas, Él es nuestra necesidad y la oración nos permite entablar una amistad con su Hijo.
El Padre nos ha provisto de todas las cosas para nuestro bien. La oración va más allá de vanas repeticiones y hermosas palabras. En ocasiones decimos lo que no queremos decir y hablamos lo que escuchamos de otros, eso no es orar. Orar es conocer la posición que tengo en la casa del Padre y expresar con sinceridad, humildad y sencillez lo que hay dentro de nuestro corazón, si hay dolor Dios lo sana, si tenemos ira el nos comprende, si tenemos aflicción nos consuela, entonces, no tenemos que buscar como convencerlo pues aun antes de que expongamos nuestra necesidad Él ya sabe que es lo que necesitamos.
La oración es insistente y constante, es un manantial de agua en tierra árida no se puede llegar a Dios ni alcanzar sus bendiciones mientras no conozcas la intimidad con Él.
La oración nos acerca a Dios, no se puede entablar una relación si no hay comunicación.
Nuestra comunión debe ser todos los días a cada instante de nuestra vida requerimos la voz de Dios, necesitamos su presencia en cada asunto de nuestra vida, como lo dice Pablo, el reino de los cielos no consiste en comida y bebida, sino en las cosas celestiales. No se puede hacer a un lado a Dios en las decisiones cotidianas y sencillas, la oración no solo es una salida de escape y emergencia en las necesidades. La oración es una herramienta para cada aspecto de nuestra vida, nos comunica con Dios, nos acerca a su trono y fortalece nuestra fe.
Pero no son los méritos personales los que nos acercan a Dios, es la confianza puesta en Jesús y la sujeción en obediencia a su Palabra.
No puede haber oración sincera si no hay total obediencia. Es cumplir con todas las cosas que Él ha mandado (Juan 15:14).
I. Importancia de la oración
          La oración en la vida del cristiano es indispensable para cualquier cosa, es en ella donde todas las cosas son posibles.
Jesús dijo: “Y todo lo que pidan en oración, creyendo, lo recibirán” (Mateo 21:22)
“Todo” nos da un panorama de una inagotable fuente de respuestas y soluciones aún aquello que parece imposible para nosotros para Dios no lo es. Pero tenemos que obedecer la regla y creer en la palabra que nos da Jesús como garantía de su obra:
“Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; y el que busca halla; y al que llama se le abrirá” (Mateo 7:7-8)
Pero en ocasiones limitamos este gran versículo a nuestra forma de pensar y creemos que Dios no actúa a nuestro favor y vemos la palabra “casi” antes de “todo” y por nuestra frialdad en la oración damos por sentado que no era la voluntad de Dios darme lo que estaba pidiendo. Pero si Jesús dice que todo vamos a recibir es porque todo lo que pidamos lo podemos recibir.
Un aspecto importante en la vida de oración es nuestra conducta, nuestra vida respalda nuestras oraciones al Padre no le podemos convencer con palabras hermosas o vanas repeticiones lo que hace que nos acerquemos a su presencia es nuestra vida impregnada de Jesús, por eso las oraciones de los hijos de Dios son en el nombre de Jesús, tenemos un representante en el cielo y tenemos que ser como Él si deseamos ser atendidos.
Nuestra obediencia es la puerta para las respuestas de nuestra petición:
“Si permanecen en mí, y mis palabras permanecen en ustedes pidan lo que quieran y les será dado” (Juan 15:7)
Es la obediencia y nuestra vida la que hace y da cuerpo a nuestras oraciones. No se puede orar y esperar respuesta alguna si no estamos viviendo en obediencia y sujetos a la Palabra de Dios, la palabra que Jesús nos ha mandado.
La oración es insistente y constante, tiene un propósito firme y definido, es la actitud que tuvo Jacob, “no te dejaré hasta que me bendigas”, la oración es una lucha por conseguir todo lo que quieres, pero no me voy a levantar de este lugar hasta que tenga la respuesta.
Pero la mayoría de las veces nuestra oraciones son tan insípidas y sin objetivo, que no sabemos realmente que es lo que queremos, deseamos solo descansar de nuestro arduo día de trabajo y solo balbuceamos unas cuantas palabras antes de dormir y nunca conseguimos nada. Santiago nos lo advierte en su libro y nos dice “piden y no reciben… porque no saben pedir”.
Es la insistencia, la constancia y la perseverancia en la búsqueda de nuestro Dios, dador de todas las cosas, las que hacen que las bendiciones desciendan sobre nosotros.
II. Enséñanos a orar.
          Jesús nos enseña a orar. La oración no es algo fuera de lo común, ni tampoco es algo para que la gente a nuestro alrededor nos aplauda, es algo tan íntimo como la relación entre el padre y el hijo hay cosas que nadie va a saber solo ellos.
Jesús nos dice lo que no debemos hacer (Mateo 6:5-8)
1.      no ores para que la gente te vea.
2.    no uses vanas repeticiones
3.     no uses mucha palabrería.
Lo que debemos hacer es:
“Entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre que te ve en lo secreto te recompensará en público.” (Mateo 5:6)
No son las muchas palabras las que hacen que el cielo descienda sobre ti, no son las largas oraciones las que traen respuesta, no son las repeticiones las que te dan la certeza de que Dios esta contigo. Es la sencillez de corazón la que hace que el cielo se conmueva y la confianza en Dios lo que trae respuesta a tu aflicción.
Cuando Jesús enseña a orar a los discípulos da esta oración como ejemplo, no como la única oración que existe.
Mateo 6:6-9, Jesús da una oración, no un amuleto y en este ejemplo se ve lo cotidiano y lo sencillo de la oración.
La oración debe estar acompañada de fe, Jesús dice lo que pidan creyendo, creer es luchar por algo hasta que lo consigues, como aquella mujer sirofenicia que se le acercó a Jesús pidiendo sanidad y el Maestro la trato de perro, pero ella siguió insistiendo porque sabía que eso era solamente una prueba para su fe, tenía un objetivo y no se iba a mover hasta conseguirlo, aunque esto implicara luchar con Dios, pero salió con sus manos llenas y con su hija sanada, así como Jacob salió bendecido y transformado por Dios.
Jesús da una parábola en Lucas 18:1-8, acerca de la oración y como debe ser de insistente y perseverante, la viuda y el juez injusto nos da una enseñanza acerca del reino y sus bendiciones, el Señor da esta enseñanza ¿Y no hará Dios justicia a sus escogidos, que claman a Él de día y de noche? ¿Se tardará mucho en responderles?
La rapidez de nuestra respuesta está en la insistencia de nuestra oración. La oración debe tener objetivo y humildad. Sin esto no puede ser oración.
“Todo esto lo hizo mi mano, y así todas las cosas llegaron a ser, dice el Señor. Pero a éste miraré:
          Al que es humilde y contrito de espíritu, y que tiembla ante mi palabra.”
Isaías 66:2.

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