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jueves, 16 de julio de 2009

El implacable amor de Dios Parte 4


Dios te bendiga!!.


el amor de Dios.

En la primera epístola de Pablo a los Corintios, el se dirige a la necesidad de ellos por la gracia de Dios.
Esto es a causa de sus fracasos.
Pero en su segunda carta, Pablo enfoca sobre el amor de Dios.
El sabia que el implacable amor de Dios era el único poder capaz de cambiar el corazón de cualquiera.
Y la segunda carta de Pablo comprueba que Dios elige usar amor como su manera de mostrar su poder.
Primera de Corintios 13:4-8 nos ofrece una poderosa verdad acerca del amor implacable de Dios. Sin duda, has escuchado este pasaje muchas veces, desde los pulpitos de la iglesia y en bodas:

1 Corintios 13:4-8
4 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece;
5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor;
6 no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad.
7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
8 El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará.

La mayoría de nosotros piensa, “Este es el tipo de amor que Dios espera de nosotros.”
Eso es verdad, en cierto sentido.
Pero el hecho es que nadie puede dar la medida de esta definición de amor.
No, todo este pasaje es acerca del amor de Dios.
El versículo 8 lo comprueba: “El amor nunca deja de ser.”
El amor humano falla.
Pero aquí tenemos un amor que es incondicional, nunca se da por vencido.
Soporta cada fallo, cada desilusión.
No se recrea mirando los pecados de los hijos de Dios; al contrario, llora por ellos.
Y resiste todo argumento que dice que somos demasiado pecadores e inmerecedores para ser amados.
En resumen, este tipo de amor es implacable, nunca se detiene en su persecución del amado.
Esto solo puede describir el amor de Dios todopoderoso.
Considera como este amor poderoso afectó a Pablo.
En su primera carta a los Corintios, el apóstol tenía toda razón para abandonar la iglesia. El tenía muchas razones para estar enojado con ellos.
Y fácilmente el podía desecharlos por inútiles, desesperarse con sus niñerías y pecaminosidad.
El podía comenzar su carta de esta manera: “Me lavo las manos de ustedes.
Ustedes son un pueblo incorregible.
Todo este tiempo he derramado mi propia vida por ustedes.
Sin embargo, mientras mas los amo, menos me aman ustedes a mí.
Basta ya—los entrego a sus propios deseos.
Adelante, peleen entre ustedes.
Mi trabajo con ustedes termino.”
Pablo nunca podría escribir esto.
¿Por qué? El había sido detenido por el amor de Dios.
En Primera de Corintios, leemos de el entregando a un hombre a Satanás, para la destrucción de la carne del hombre.
Esto suena severo. Pero, ¿Cuál era el propósito de Pablo? Era para que el alma del hombre pudiera ser salva (ver 1 Corintios 5:5).
También vemos a Pablo, agudamente reprendiendo, corrigiendo y amonestando.
Pero el lo hizo todo con lagrimas, con la suavidad de una enfermera.
¿Cómo reaccionaron los carnales Corintios al mensaje de Pablo del amor triunfante de Dios? Ellos se derritieron ante sus palabras.
Pablo después les dijo: “Porque he aquí, esto mismo de que hayáis sido contristados según Dios,… ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna perdida padecieseis por nuestra parte.
Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación” (2 Corintios 7:11, 9-10).
Pablo les estaba diciendo: “Ustedes se han limpiado, estaban indignados por sus pecados, y ahora están llenos de celo y temor santo.
Se han probado claros y limpios.”
Les digo, esos Corintios fueron cambiados por el poder del amor implacable de Dios. Mientras leemos la segunda carta de Pablo a ellos, encontramos que el gran “Yo” en esta iglesia a desaparecido.
El poder del pecado fue roto y el yo tragado por la tristeza santa. Esta gente ya no estaba envuelta en dones, señales y maravillas.
Su énfasis ahora era dar en vez de recibir.
Ellos recaudaban ofrendas para enviarlas a creyentes que habían sido azotados con gran hambruna.
Y el cambio vino por la predicación del amor de Dios.
Yo estoy personalmente convencido por esta verdad.
En mi juventud, yo predique mensajes acerca de la mala condición de la iglesia.
Me desesperaba por el estado deplorable de tanta gente de Dios.
Y salí a corregir estas cosas con espada y martillo.
Golpee el compromiso y desmenucé todo lo que estaba a mi vista.
Y en el proceso, puse a la gente bajo condenación que nunca debió ser.
Si Pablo hubiera predicado de esa manera en Corintios, seguro que hubiera desmenuzado toda carnalidad, hubiera echado abajo a los fornicarios, y hubiera detenido las demandas.
Pero esa iglesia se hubiera deshecho.
No hubiera quedado congregación para ser reprendida por Pablo.
Tal forma de predicar es mal dirigida por celo humano.
Es usualmente el resultado de la falta de revelación personal del predicador, del amor de Dios por el.

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