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domingo, 1 de noviembre de 2009

PRINCIPIOS DE FE 2º Parte Principio de Compromiso

Dios te bendiga!!.

Ya hemos trabajado sobre el principio fundamental mandamiento – promesa. Ahora avanzaremos sobre otros principios que se aplican a la fe en toda la Palabra de Dios.
Hay ciertas cosas que pueden estar o no involucradas cuando el poder de Dios se libera por fe.
Será prerrogativa de Dios que algunas cosas estén presentes o no lo estén, pero aquello que siempre está presente al creer, es lo que llamamos un principio inmutable de fe.
El Maestro de la fe, Jesús, más que nadie mostró principios inmutables de fe.
En ningún otro lugar de la Palabra hallaremos tanto la fe en acción como en los cuatro evangelios.
Jesús fue un hombre de fe que inspiró fe en la gente a su alrededor y de él aprendemos como creer para recibir las promesas de Dios.

COMPROMISO E INVOLUCRAMIENTO

Cada vez que alguien recibió algo de Dios se involucró y aún arriesgó por su fe basado en un compromiso.
Asentir inactiva o pasivamente no es creer.
Estar de acuerdo no es creer.
Que le parezca correcto no es creer.
Nunca se cree desde la tribuna.
Veamos un relato clave en nuestra búsqueda de los principios inmutables de fe enseñados por Jesús:

Marcos 3:1-5

1 Otra vez entró Jesús en la sinagoga; y había allí un hombre que tenía seca una mano.
2 Y le acechaban para ver si en el día de reposo le sanaría, a fin de poder acusarle.
3 Entonces dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio
4 Y les dijo: ¿Es lícito en los días de reposo hacer bien, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla? Pero ellos callaban.
5 Entonces, mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la mano le fue restaurada sana.

Aquí hay varios principios inmutables para estudiar.
Comenzaremos viendo el de compromiso.
Jesús conocía los principios involucrados para recibir de Dios y en su aguda inteligencia espiritual, llevó a las personas al punto de conectar con ellos para recibir.
Aquí en Marcos hay alguien mezclado entre la gente, un hombre anónimo con una necesidad.
Los fariseos notan su presencia y conociendo la costumbre de Jesús de preocuparse por la sanidad del pueblo de Dios están expectantes a ver si le sana para poder acusarlo de quebrantar el día de reposo.
No era ningún secreto el odio de muerte que los líderes religiosos tenían por Jesús, y si bien la gente lo escuchaba de buena gana, lo hacían desde la banca sin mayor involucramiento, pues aceptar abiertamente a Jesús era ponerse al liderazgo judío en contra, lo cual en ese tiempo y cultura era algo grave con severas consecuencias.
Entonces dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio.
En otras palabras le dijo: “Ven, involúcrate en tu sanidad, comprométete con ella”. El hombre sabía y Jesús sabía que ponerse en medio era identificarse con Jesús y con su autoridad como profeta de Dios.
¿Qué hubiera sucedido si el hombre no se levantaba y se quedaba en su silla ante el mandato de Jesús?
¿Lo hubiera Jesús sanado? No hace falta que le de la respuesta, usted la sabe.
Si usted está más comprometido a la comodidad que a la liberación nunca recibirá de Dios.
Jesús le dijo ¡comprométete! y el hombre no dudó en hacerlo.
Estaba cansado de su mano seca, cansado de su limitación, estaba dispuesto a involucrarse y arriesgarse por su sanidad.
Le importaba más su sanidad que los fariseos de rostro torcido y mente perversa. Sus miradas severas no lo intimidaron.
Si no se hubiera levantado no hubiera sido porque no tenía compromiso, sino porque tenía un compromiso mayor basado en el miedo.
Levántate y ponte en medio es un cambio, es estar en un lugar diferente que antes, es involucrarse e identificarse con Jesús, es salir de la periferia para colocarse en el centro.
Jesús no opera en la periferia, en la tibieza, en la cobardía, él opera en el centro.
El principio del compromiso dice que para recibir de Dios tiene que involucrarse con la promesa al costo que sea.
Si otro compromiso lo desplaza, como puede ser el miedo, la comodidad, la seguridad, mantener la imagen o lo que fuera, la promesa de Dios se frena.

COMPROMISO = ACCIÓN

Marcos 2:1-5

1 Entró Jesús otra vez en Capernaum después de algunos días; y se oyó que estaba en casa.
2 E inmediatamente se juntaron muchos, de manera que ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba la palabra.
3 Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro.
4 Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico.
5 Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.

¿Qué vio Jesús que la Biblia llama fe? ¿Cómo es la fe? ¿Cómo se observa la fe? Jesús vio el compromiso, vio la acción.
Ellos llegaron al lugar y se encontraron con que ni se podían acercar, el gentío se agolpaba y nadie quería perder su lugar.
Podrían haber dado la vuelta, podrían haberse quedado discutiendo por culpa de quien era que habían llegado tarde, podrían haberse enojado por el egoísmo de la gente que no cedía ante sus ruegos, pero no estaban dispuestos a llevarse un no por respuesta. No habían ido allí a fracasar, a que todo siga como antes. El “no”, no estaba dentro de sus posibilidades.
El único que podía decirles no era Jesús, entonces pegarían la vuelta, pero se iban a ocupar de que Jesús lo tuviera delante como fuera.
Y encontraron el camino, el compromiso siempre lo hace, siempre ve la forma de llegar. Compromiso, acción… promesa cumplida.

LLAMAR LA ATENCIÓN DE JESÚS

Marcos 10:46-52

46 Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando.
47 Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!
48 Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
49 Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama.
50 El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús.
51 Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista.
52 Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino.

Bartimeo no estaba dispuesto a dejar pasar la oportunidad, Jesús estaba allí, nada más le importaba.
Jesús lo podía sanar y él lo sabía.
La gente lo quería callar, ¡no molestes al maestro!
¡Quién eres tu pequeño ciego insignificante para que el gran rabí se ocupe de ti! Bartimeo estaba comprometido y escuchaba solo para su compromiso.
Cuanto más le decían que se calle más gritaba.
Al igual que los cuatro y el paralítico no aceptaba un no por respuesta. Jesús estaba allí, tal vez había soñado por meses este momento y ahora nadie lo iba a callar.
Estaba comprometido a su sanidad por encima de todo, gritaba para llamarle la atención a Jesús, estaba involucrado.
Jesús nuevamente vio la fe y esta le llamó la atención.
Al escuchar “Hijo de David” supo que el hombre creía en su carácter mesiánico.
Un creyente estaba clamando y él no lo dejaría sin respuesta, nunca lo hizo y nunca lo hará.
Si usted quiere recibir de Jesús debe llamarle la atención con su fe.
Una fe pasiva y religiosamente dogmática no atraerá a Jesús a su vida.
Haga lo que sea necesario para recibir la promesa, grite, rompa el techo, póngase en medio, asuma riesgos, salga de esa comodidad somnolienta en la que está sumido, rompa la pequeña caja que usted sabe que no le ha traído resultados hasta hoy.
Si no está recibiendo de Dios es porque no está comprometiéndose en primer lugar. Vea la promesa específica de Dios en su Palabra y comprométase con el mandamiento, no sea vago en su interpretación de la Escritura, sea específico.
Si usted quiere prosperidad de Dios en su vida no se trata de ser bueno para que Dios lo ayude, eso es impreciso, no sirve.
Hay mandamientos específicos que traen la promesa de prosperidad a su vida. Involúcrese en buscar la promesa específica en las Escrituras e involúcrese en obedecer los mandamientos específicos que la liberan y su mano seca se sanará, su ceguera se irá, su parálisis quedará atrás por el poder de Dios.
Lo que sea que haya en su vida que no sea una bendición es desplazado por las promesas de Dios. Para cada necesidad hay una promesa. Encuéntrela, comprométase y reciba.

ASUMIR RIESGOS

Lucas 8:43-48

43 Pero una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada,
44 se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre.
45 Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que con él estaban: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado?
46 Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado; porque yo he conocido que ha salido poder de mí.
47 Entonces, cuando la mujer vio que no había quedado oculta, vino temblando, y postrándose a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada.
48 Y él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz.


Casi se puede ver a Jesús mirando a la mujer con una sonrisa amorosa, satisfecho, conmovido por su fe.
Esta mujer valiente se comprometió y se involucró al costo de su propia vida.
Estaba decidida a ser sanada o morir en el intento.
El flujo de sangre era una enfermedad considerada inmunda en Israel.
Una mujer con esta enfermedad no podía vivir en sociedad pues quien la tocara quedaría también inmundo.
Ella vivía apartada de sus hijos, su familia, sus nietos, en una soledad asfixiante fuera de la ciudad.
Su vida transcurría en una triste isla de enfermedad y ya no había esperanzas luego de doce años de intentar sanarse.
Pero un día supo de Jesús, supo que estaba allí y decidió que iría contra todo para tocarlo y ser sana.
Si era descubierta entre la gente sería apedreada sin piedad.
No le importaba, o más bien, le importaba más su sanidad.
Estaba dispuesta a correr el riesgo y lo hizo.
Eso explica por qué cuando vio que había sido descubierta vino temblando a los pies de Jesús. Tocar a un maestro judío en esas condiciones era doble pecado, digno de muerte instantánea.
Pero Jesús no dijo ¡apedréenla, me tocó!, de ninguna manera.
La enfermedad no lo contaminaba, se sanaba ante su poder.
Esta mujer era como Bartimeo, creía en el poder mesiánico de Jesús pues al tocar el borde de su manto estaba creyendo la promesa específica de Malaquías 4:2 que decía que el Sol de justicia (el Mesías) traería sanidad en sus alas (refiriéndose a los flecos de su manto).
Jesús fue atraído por la fe de esta mujer. Aún sin que él se diera cuenta, la mujer le “arrebató” poder de sanidad con su fe.
¡Mire a esta mujer y aprenda el principio inmutable de fe del compromiso!
Nada la detendría, rompió los moldes sociales y culturales por su compromiso, se arriesgó para llegar a Jesús y recibió sanidad.
No todos fueron sanados en los tiempos de Jesús, pero cada uno que se acercó a él con fe recibió la promesa que buscaba.
Jesús tiene el mismo poder hoy y lo usa para ministrar a sus santos que se comprometen en su creencia.

Hebreos 2:18

Pues en cuanto él mismo [Jesús] padeció [en el pasado] siendo tentado, es poderoso [en el presente] para socorrer [venir en auxilio del que clama a él] a los que son tentados.

Aquí está el principio inmutable de fe del compromiso, el que viene, el que clama, el que se involucra ¡recibe de él!
No piense que sentado en una banca de la Iglesia simplemente escuchando alguna prédica agradable y luego siguiendo su vida sin compromiso con la Palabra de Dios le permitirá recibir las promesas de Dios.
Ya se dio cuenta de que no es así, lo sabe pues la falta de resultados se lo ha demostrado.
Rompa con la comodidad, asuma su responsabilidad de comprometerse con lo que quiere y acuda a Jesús con fe, él lo está esperando con los brazos abiertos, él será atraído a usted por su fe y nada en el mundo podrá interponerse entre usted y Jesús pues la fe libera el poder más grande que exista, el poder de Dios.

By Pablo Seghezzo
http://www.reconciliar.org

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