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domingo, 1 de noviembre de 2009

PRINCIPIOS DE FE 3º Parte Principio de anticipación

Dios te bendiga!!.

Habiendo trabajado el principio inmutable del compromiso podemos avanzar sobre el principio de anticipación. Recordemos que llamamos un principio inmutable a aquello que está siempre presente al creer.

CREER PARA VER
Cada vez que alguien recibió de Dios, actuó primero como si ya lo tuviera y entonces recibió. La lógica sensorial indica que primero se recibe y entonces se actúa. Pero en el campo espiritual es al revés, primero se actúa y entonces se recibe en la acción misma.
Veamos nuevamente el relato de Marcos 3:

Marcos 3:3,4

3 Entonces dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio
5 Entonces […] dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la mano le fue restaurada sana.


Lea con atención el versículo 5.
La secuencia de acciones está según parece, a la inversa. Debería decir: “y la mano le fue restaurada sana y él la extendió”.
Tal vez si yo hubiera sido el hombre de la mano seca, ante el mandamiento de Jesús “extiende tu mano”, le hubiera dicho, “no puedo Jesús, está seca, sánamela y entonces la extenderé”.
Pero justamente aquí está el principio inmutable de fe de anticipación. Es actuar sobre la promesa con fe como si ya se hubiera recibido, porque cuando la promesa sale de la boca de Dios o de la boca de Jesús, literal y espiritualmente ya se ha cumplido.
El hombre la extendió… y la mano le fue restaurada sana.
Este principio va contra nuestra experiencia sensorial que dice que no puedo pagar algo hasta que no tenga el dinero, no puedo comer algo hasta que no tenga la comida, no puedo hacer nada hasta que no tenga los elementos para hacerlo.
La fe espiritual funciona al revés.
No es ver para creer, es creer para ver.
Jesús se lo enseñó a Tomás cuando pretendía ver y tocar a Jesús antes de creer que había resucitado:

Juan 20:27-29

27 Luego dijo [Jesús] a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
28 Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!
29 Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.

Queremos poner primero el dedo en la mano y meter la mano en el costado de Jesús antes de creer sus maravillosas promesas para nuestras vidas.
Es típicamente humano.
Pero Jesús nos dice lo mismo que a Tomás: “crean y verán mis maravillas a su favor”.
Cuando Dios guió a su pueblo por mano de Josué a entrar en la tierra prometida, una y otra vez les dijo: “Vayan y entren pues yo los he entregado en sus manos”.
Les hablaba en tiempo pasado de lo que sucedería en el futuro. Este es el principio inmutable de fe, es llamar a las cosas que no son aún, como si ya fuesen.
Es la fe de Dios que dijo: “sea la luz” y fue la luz, es la misma fe que declara con convicción la promesa de Dios y entonces sucede.

Romanos 4:17 nos dice que Abraham recibió de Dios cuando se alineó a la misma fe de Dios que llama a las cosas que no son como si fuesen.
Jesús dijo literalmente en Marcos 11:22 enseñando a sus discípulos a creer: “Tened la fe de Dios”, como lee el texto en griego (La RV 60 lee: “Tened fe en Dios”).
Otro milagro de Jesús nos muestra claramente este principio:

Lucas 17:11-14

11 Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea.
12 Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos
13 y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!
14 Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados.

Nuevamente vemos el principio como en cada lugar en la Biblia cuando alguien recibió por fe.
Los leprosos según la ley, no podían convivir con la gente, estaban recluidos en soledad.
Sólo un leproso podría ser amigo de otro leproso.
Si alguno de estos alguna vez se sanaba, debía pasar una minuciosa prueba ante los sacerdotes para constatar que estaba sano, y si se comprobaba la sanidad total, el sacerdote lo declaraba públicamente limpio y podía restablecerse a la vida social.
Estos hombres no se sanaron y entonces fueron, fueron y entonces mientras iban se sanaron.
Si ellos se sentaban a esperar a estar sanos para ir, nunca hubieran recibido la promesa de sanidad.

YA LO HEMOS RECICIBIDO

Al igual que el hombre de la mano seca y al igual que cada persona que recibió de Dios, ellos tomaron acción con fe, y recibieron.
Si usted espera a sentirse justo ante Dios para orar con fe, tendrá que esperar toda la vida, la promesa de Dios es que Él ya lo hizo justo en Cristo Jesús.
Vea las declaraciones de Dios con respecto a su condición delante de Él:

Romanos 5:1,17

Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo

2 Corintios 5:21

Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

Gálatas 2:16

… sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.

No dice que usted tendrá paz y tendrá justicia cuando lo merezca, dice que si usted creyó en Cristo, usted ya tiene aquello prometido por Dios, porque no depende de lo que usted haga o deje de hacer sino de lo que Jesús ya hizo.
Romanos habla en tiempo pasado de muchas de las cosas que en nuestra razón humana estamos esperando:

Romanos 8:29,30

29 Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.
30 Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.

¿Está usted glorificado? ¿Está en el cielo glorioso disfrutando de la presencia del Dios? Para Dios sí, porque Él vive en la fe que ha creado, Él llama las cosas que no son, como si fuesen.
Por esto los versículos siguientes nos dicen: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?… Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.”
Nada puede contra las declaraciones de Dios. Si Él dice que lo salvó, que lo justificó, que lo glorificó, ni todo el infierno puede impedirlo, pues ya sucedió.
Si pensásemos en las promesas como Dios piensa de ellas manifestaríamos mucho más poder.
Pero al pensar en ellas como algo futuro se nos hacen probables y no seguras. El futuro es probable pero el pasado es seguro.
“Mañana lloverá” decimos, pero aún no sucedió, pudiera no suceder, pero si ayer llovió es algo que no se puede cambiar, esta es la seguridad de las promesas de Dios.
En una época de mi vida fui traspasado por esta verdad como nunca antes había sucedido.
Vivíamos con mi esposa y mi hija en la ciudad de Mar del Plata y parecía como si el cielo se hubiera cerrado para nosotros.
No podía conseguir trabajo en ningún lado.
Lo había intentado todo, no me daba descanso, salía cada día y volvía golpeado por una nueva derrota.
Esta situación duró meses.
Por supuesto que oraba, pedía y suplicaba pero era como si Dios se hubiese olvidado de mí.
En medio de estas circunstancias, cierta noche en casa comenzamos a trabajar con mi esposa la traducción de un estudio sobre los derechos como hijos de Dios que teníamos en Cristo.
Hablaba sobre la dignidad de ser hijos de Dios, sobre las promesas inmutables de Dios, sobre todo lo que es nuestro en Cristo Jesús independientemente de nuestros propios pensamientos al respecto.
Decía que nosotros somos lo que somos por lo que Jesucristo es, no por lo que nosotros somos.
Me sacudió el corazón.
Fue como sacarme una venda de los ojos y empezar a ver cosas nuevas.
La mañana siguiente salí y al primer lugar que fui me tomaron para trabajar.
Luego fui a otro lugar y también me tomaron, pero les dije que en realidad yo ya tenía trabajo en otro lado, pero mi hermano necesitaba uno, así que sin ningún protocolo lo tomaron a mi hermano allí. Al otro día ambos estábamos trabajando.
A mi no me sorprendió, me llenó de gozo pero no me sorprendió, la sorpresa había sido la noche anterior al realmente ver las promesas de Dios.
Esa noche había ganado, cuando acepté que Dios era más grande que yo y mis limitaciones, cuando por fin pude creer.
Esa mañana el mundo a mi alrededor era el mismo ¿Qué cambió? Yo cambié por creer la palabra de Dios que no cambia.

COMO EN EL CIELO, ASÍ TAMBIÉN EN LA TIERRA

Hebreos 11:1

Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.

Certeza y convicción, eso es fe. No es “tal vez”, “ojala” o la famosa frase hecha: “si Dios quiere”.
Cuando Dios promete algo, Él quiere cumplirlo, es más, Él ya lo cumplió, hoy debemos extender la mano y será restaurada, hoy debemos ponernos en camino y seremos sanados.
2º Corintios nos da doctrina sustancial acerca del principio inmutable de fe de anticipación y la razón espiritual para que sea así:

2 Corintios 1:19,20

19 Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, que entre vosotros ha sido predicado por nosotros, por mí, Silvano y Timoteo, no ha sido Sí y No; mas ha sido Sí en él;
20 porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios.

Tal vez en una primera leída no se perciba el impacto espiritual de estos versículos.
La traducción de la Reina Valera 1960 tampoco es del todo clara por eso veamos la Nueva Versión Internacional:

19 Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, a quien Silvano, Timoteo y yo predicamos entre ustedes, no fue "sí" y "no"; en él siempre ha sido "sí".
20 Todas las promesas que ha hecho Dios son "sí" en Cristo. Así que por medio de Cristo respondemos "amén" para la gloria de Dios.

Las promesas de Dios son realidad en Jesucristo el Hijo de Dios.
Él ya lo logró, ya abrió el cielo para nosotros, ya nos puso en paz con Dios, ya nos justifico, ya está, usted tiene que confesarlo.
No tiene que fabricar nada, tiene que declarar con certeza y convicción lo mismo que Dios.
Cuando Dios ha hecho una promesa, es “sí” en Cristo, ahí debe haber certeza.
Usted tiene que tener certeza en el “sí” de Dios si va a recibir de Él.
Luego con convicción viene el “amén”.
El término “amén” indica una intensa afirmación y acuerdo.
La palabra raíz hebrea significa: “firme, estable y confiable”.
En el origen, “amén” se refería a la verdad y fidelidad de Dios.
Amén es su declaración propia de fe en que Dios ha dicho verdad al prometer y que es fiel para cumplir.
¿Puede ver el impacto de este versículo y su alcance? El sí le pertenece a Dios y lo ha declarado en Cristo Jesús, el amén le pertenece a usted en respuesta al sí de Dios.
El “sí” es en el cielo, el “amén” es en la tierra.

Jesús enseñó a sus discípulos a orar: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino.
Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Lucas 11:2).
No dijo que pidieran que se haga su voluntad en el cielo “y” en la tierra, sino, en la tierra “como” en el cielo.
En el cielo se hace la voluntad de Dios, en la tierra se hace en la medida que Dios tiene nuestro “amén”.
¿Se da cuenta de porqué el mundo está como está? Hay muy poca creencia sobre la tierra en la veracidad de la Palabra de Dios, y menos confianza en Su fidelidad.
Cuando yo pasé por el desafío en Mar de Plata, tenía el “sí” de Dios, pero Dios no tenía mi “amén”.
Yo estaba esperando a Dios, pero era Dios en realidad el que me estaba esperando a mí.
Cuando tuvo mi “amén” derramó su promesa en mi vida.
Y esto es porque Dios nos ama, y actúa si se lo permitimos.
Él hace lo que nosotros decimos si fluye con sus promesas como veremos en el próximo principio, el de claridad.
También Dios nos prometió vida eterna, paz, sanidad, santidad, nos prometió que somos coherederos con Cristo y que todas sus riquezas en gloria son nuestras en Cristo Jesús.
Pero seguimos esperando ver para creer.
Tal vez ese sea el principal motivo por el cual estamos viendo muy poco del poder de Dios manifestado, estamos esperando que la promesa se cumpla para creerla… ¡ya se cumplió en el momento mismo que Dios la declaró!
Hoy tenemos que declararla nosotros, decir lo mismo que Dios dice y actuar sobre esas promesas que son nuestras porque a Dios le pareció bien dárnoslas aunque no la merecíamos, sólo porque creímos en su Hijo Jesús que dio su vida para salvarnos.
Todas las promesas que ha hecho Dios son "sí" en Cristo.

Así que por medio de Cristo respondemos "amén" para la gloria de Dios.


By Pablo Seghezzo
http://www.reconciliar.org

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